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ETAPAS PERSONALES DE UN BIKER
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ETAPAS PERSONALES DE UN BIKER
Estimados y ponderamos globeros:
Escudriñando los entresijos de la red, he encontrado este artículo que espero os guste. Solo una pequeña apreciación o casi mejor un ruego, si alguna vez llego a la obsesión, por favor devolverme a la cordura.
Una vez un amigo que montaba en bici ocasionalmente, me contó como una compañera de trabajo estaba profundamente obsesionada con el tema de la bicicleta. A él no sólo le resultó llamativo que la susodicha fuera del género femenino, además, que pasara de los cincuenta, lo hacía obviamente especial. Al decir de mi amigo, la señora era perseverante por no decir pesada. Toda su conversación, quisieran o no sus interlocutores, debía pasar de uno u otro modo por el tema de las bicicletas; que si he estado en tal sitio, que me estoy preparando para esta carrera, que me he comprado esta pieza y me ha costado tantos euros. Total que mi amigo, nada más verla, decía huir de la aficionada, que califica de ida. ¡Vamos! Que estaba perdiendo la chaveta.
Siguiendo con mi compañero, cuando me contó lo relatado, dijo algo así como que yo, a pesar de saber que estaba muy picado con la bicicleta, se podía hablar conmigo durante todo el tiempo del mundo, sin que tuviera porque surgir el tema. En consecuencia me quedé satisfecho de permanecer al margen de los calificativos, y de que lo mío, a ojos de terceros fuera calificado de afición y no de obsesión.
Sin embargo, de aquella conversación, hace más de un año, y por tanto han transcurrido mas de doce meses para evolucionar en todos los aspectos relativos al velocípedo. Ayer, entré en el foro, al lado estaba mi hija, algo que no debía de tener mayor trascendencia que precisamente esa, o sea ninguna; aún así, ella me espetó sin reparo: ¡Papaaaaa estás enviciado con el foro! ¡Luego te quejas de mi!. Que podía contestarle salvo indicarle que llevaba razón. Me quedé un tanto transpuesto, de hecho me puse a recapacitar y de ahí que me viniera al recuerdo la conversación con mi amigo que contaba al principio.
No es un tema novedoso, el mismo ya se tocó en su fecha, como no, en el foro general. Aquella vez se habló de tres categorías por las cuales podía pasar el aficionado al mtb (hobby, vicio y obsesión) la primera la componían aquellos para los que la bicicleta no representaba mas que un hobby, entre los muchos otros que una persona pueda tener. Según la RAE (Real Academia de la Lengua) Hobby es sinónimo de pasatiempo, o lo que es lo mismo, entretenimiento que se practica habitualmente en los ratos de ocio. La mayoría, comenzamos de este modo a aventurarnos en este mundo. Eran los tiempos en que nos habíamos comprado una bicicleta en el PRYCA o el CARREFOUR de ahora, tal vez en una tienda un tanto más especializada, porque echábamos de menos la infancia, cuando pedalear era el mejor de los medios para desplazarte por la ciudad, un medio excelente para sentirse libre y poderoso al mismo tiempo. Veías por entonces, con devota admiración, las evoluciones de nuestros ciclistas en el Tour o en la Vuelta, pero sentado en el sofá. Tantos kilómetros te parecían un disparate, sólo dignos de titanes como los que evolucionaban ante la pantalla. Por aquel entonces no sabías que la cadena había que engrasarla, que había que regular la postura del sillín, y mucho menos, que había que ser autosuficiente ante una posible avería, ¿Qué avería, si esta pedazo de Globel Trotter, Topbike o Boomerang va como una seda y eso a pesar de sus 16 kilos de nada? Es que ¡mira, mira!, le decías admirado a la gente, ¡tiene piezas de aluminio!.
Un día, no sabes realmente como sucedió, dejaste el abrigo de las calles conocidas, de los senderos de caminantes, de la playa y ahí fuiste a adentrarte en lo desconocido, te metiste en la nacional y después en un enjambre de caminos rurales y cañadas. ¿Cómo se orienta aquí la gente? ¡Qué bonito y que distinto! No recuerdas si fuiste sólo, o si ibas acompañado de tu experto vecino, que para más señas, por llevar, llevaba hasta ropa de ciclista. Lo cierto como por arte de magia te viste dándole a los pedales en plena naturaleza y eso te llenó de satisfacción.
El gusanillo se había instalado en tu cuerpo, así que la siguiente vez que tu vecino te dijo de acompañarle no lo dudaste. Esta vez ibas más relajado, te habías agenciado en el PRYCA o tal vez en el HIPERCOR de Jerez, unos guantes, el casco, ya lo tenías de antes, una cámara, una caja de parches y una bolsa para meterlo todo. No recordabas muy bien si serías capaz de reparar un pinchazo, como lo habías hecho en tu infancia, pero a fin de cuentas, el pinchar te parecía algo casi imposible con semejantes ruedas. El vecino, por mucha ropa que llevara puesta, tampoco tenía mucha idea, y esta vez, un poco envalentonado por sentirse algo de maestro, se había atrevido con las primeras cuestas. Aquella pendiente no tendría más de 100 metros, pero cuando la coronaste sentiste lo mismo que Indurain rematando el Tourmalet. ¡Ahora lo entiendo! Ahora comprendo porque este deporte es tan especial. Henchido de autoestima, continuaste tras el vecino, que le caían goterones por todos lados intentando que no le fueras a dar una humillante pasada. Pero tú no estabas para esas cosas. Vino una segunda cuesta, está más larga que la anterior, y recordaste que tu bicicleta tenía una cosa que eran marchas, ahora comprendías el significado. Ves, si bajo plato y subo piñones, voy más despacio, pero, al menos, puedo seguir pedaleando. La bici hizo unos ruidos muy raros pero al final se posicionó en otro desarrollo ¡Qué maravilla esto del plato chico! Gracias a Dios existe, si no, no sé como llegaría arriba, a no ser que fuera andando.
Allí, dijo el vecino, señalando un punto incierto entre el cielo y el recorte de las montañas, allí está Medina. ¡Hay gente que llega y regresa como si nada! Lo dijo así, con admiración y tú mientras tanto, todavía no habías cerrado la boca, así de embobado era como estabas. ¡Dioooooos, hasta Medina!
Esta vez llegaste un poco más cansado a casa de lo habitual, además habían pasado por lo menos dos horas. Todo el mundo te había echado en falta y no es para menos, para hacer deporte no hay que ausentarse tanto tiempo ¿No?
Así continuaron los meses, una vez cogías la bici, otra echabas un partido de fútbol sala con los colegas del curro, otra uno de padel con tu compadre de toda la vida, tal vez algo de tenis. En verano, por supuesto, te pegabas tus buenos largos donde nadie se atrevía a nadar, también algo de correr, te estabas planteando hasta apuntarte en el Gimnasio y por supuesto habías dejado de fumar; por controlar, hasta habías reducido el consumo de las cervecitas que tanto se te apetecían a cualquier hora. Total que con tanto deporte, te sentías un multi-atleta de lo más completo, triatletas, habías escuchado que se llamaba en un reportaje de la televisión.
El PRYCA se te había quedado pequeño, descubriste que había tiendas de bicicletas y grandes superficies de deporte. Tímidamente te fuiste acercando a unas y a otras, aunque en las últimas te sentías más a gusto, pues allí nadie ponía en duda tu ignorancia y así podías curiosear esas zapatillas especiales y esos pedales tan raros a los que se enganchaban las primeras. Mirabas los cullotes y los maillots, te gustaban, pero sobre todo te sorprendías de lo caro que era. En un esfuerzo, como si fueras a tirar la casa por la ventana, echaste en el carro un sencillo cullote de color negro que llevaba un refuerzo en la entrepierna. Con esto seguro que no me duele el culo después de hacerme mis habituales 25 kms, razonaste en buena lógica. También le habías echado el ojo a una bicicleta, te parecía una preciosidad, te gustaba todo de ella, salvo el precio, casi 350,00 euros, al lado había otra que no acababas de entender en que se diferenciaba, pero algo debía de ser pues esta costaba 999,00 €. ¡Qué disparate! ¿Quién debe comprase estas bicis? Seguro que alguien a quien le sobra el dinero, pensaste. Ya mas resuelto y confiado empezaste a curiosear por tiendas de bicis, pediste consejo a propios y a extraños, lo tenías decidido, con la Goblel Trotel no te podías presentar más que en la ruta del día de la bicicleta, así que inteligentemente fuiste convenciendo a tu novia, a tu madre o a tu esposa, no recuerdo en que periodo de la vida estabas, a lo mejor no tenías que dar explicaciones a nadie, sólo a tu bolsillo. De cualquier modo estabas buscando complicidad en el gasto. ¡Ea! que no estabas tirando el dinero. Al final se llevó el gato al agua un tendero con labia que te vendió una bicicleta rígida, discretita, pero que a ti te parecía la última tecnología en todo. Ahora se va a enterar el vecino, que efectivamente fue el primero en alucinar. ¡Qué bonita! Y por 450 leuros ¡Si señor! Buena inversión. Todavía no estabas para mayores derroches así que al cullote, añadiste un casco de oferta también de gran superficie, pero, de una marca que ya comenzaba a sonarte.
Con bici nueva había que amortizar la inversión, así que te comprometiste a cogerla todos los fines de semana. Aunque tu novia, tu mujer o tu madre, ya se estaban arrepintiendo de ceder en la compra, pues te estabas ausentado demasiadas horas de tus habituales compromisos.
Uno de aquellos días, te levantaste pletórico de moral y fuerzas y te dijiste, voy a intentar llegar a Medina. Cansinamente fuiste subiendo una tras otras las cuestas que se te presentaban, eso sí, desde un primer momento habías metido el mínimo desarrollo que te permitía la bici, el molinillo, aprendiste a llamarlo después. ¡Joder que lejos está Medina! Varios ciclistas te adelantaron a un ritmo que calificaste de profesional y te cruzaste con otros, pero tu sin alterarte a lo tuyo, pierna sobre pierna, una pedalada tras otra avanzando a paso de hormiga. Hacía un calor de miedo, y el cabrero con el que te cruzaste te miró confuso ¿Quedará mucho? Te preguntabas una y otra vez. Así hasta que el camino se acabó y al frente se presentó Medina Sidonia, que se exhibía esplendorosa perfeccionando una enorme mole de tierra. Habías estado en Medina, ¡qué sé yo! Tal vez un centenar de veces, pero nunca la habías contemplado de este modo. No habías llegado al pueblo, pero técnicamente se podía decir que habías llegado a Medina, por hoy ya es bastante, que estoy hecho polvo y son las tantas y todavía tengo que hacer el camino de vuelta ¡Uff! ¿Cuántos kms me habrán salido? Tengo que comprarme un cuenta kms de esos, al menos habré hecho unos 50, tal vez más. ¡Guau! Cuando lo cuente no me va a creer.
Al llegar a casa la expresión ¡me duelen hasta las cejas! Adquirió su total significado. ¡Qué cansado estoy! Y la vez, ¡Qué bien me siento!
La semana siguiente no saliste con tu vecino, lo habías dejado atrás; esta vez lo ibas a hacer con uno de sus amigos, el mismo del que siempre estaba hablando como ejemplo de deportista doctorado y derroche de sabiduría ciclil. Cuando apareció te quedaste estupefacto, perfecta indumentaria, maillot y cullote de un conocido equipo ciclista, zapatillas de las buenas, por su puesto pedales automáticos, casco vistoso, gafas a juego, y todo bajo una figura bien puesta en la bici, piernas fibrosas bien torneadas y depiladas ¡Joe la que me va a caer! El amigo del vecino resultó ser un buen tío, te animaba cuando había que animarte, te esperaba pacientemente en lo alto de cada cuesta, te dio buenos consejos y te presentó a otros amigos. ¿Qué no llevas tronchacadenas? No, le contestaste ¿Eso qué es lo que es? ¿Y qué haces cuando se te rompe la cadena? No sé, nunca se me ha roto.
Se formó un pequeño grupo con el que sistemáticamente salías todos los fines de semana, la cañadas dejaron de ser un laberinto de caminos y comenzaste a orientarte por ellas. Andabas cada vez mejor, a veces coronabas el grupo en las cuestas y lo que antes te parecía impensable, ahora era rutinario, te llenabas de orgullo y satisfacción.
A estas alturas habías sufrido averías tanto tu como tus compañeros, y comprendiste que esas cosas pasan, que había que ir precavido para esas ocasiones. Medina ya no era el fin del mundo, simplemente un objetivo, aunque fuera el último, habías subido hasta todo lo alto por diversos lugares. Lo comentabas con orgullo siempre que podías. Eras el único que no llevaba pedales automáticos y un día, viendo las maravillas que decían tus amigos respecto del ingenio, te compraste unos. Te parecieron bestialmente caros, pero ya te habías hecho a la idea que en este deporte había que gastarse dinero en vestir a la bici y en vestirse a uno mismo.
El hobby, como tal, había quedado muy atrás, se podría decir que te encontrabas viciado o en proceso de estarlo. Estabas en el segundo nivel. Vicio, según la RAE tiene muchas acepciones, pero la que nos interesa es esta: Gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso.
Ya no te interesaba otro deporte que no estuviera relacionado con la bicicleta y sobre todo, con la bicicleta de montaña, a lo sumo practicabas algo de footing, pero siempre que podías lo cambiabas por una vuelta en bici. Habías visitado todas o casi todas las tiendas de ciclismo de la comarca, y en todas te habías agenciado alguna chuchería. Tu bici, decías, se había quedado atrás, le saltaban los piñones, o el cambio no iba fino, en definitiva, en vez de cambiar la transmisión de la bici, decidiste que era el momento de dar el gran salto, había que dar un cambio radical, ahora le planteaste seriamente a tu novia, a tu madre, a tu mujer o simplemente te convenciste a ti mismo, de que con aquel cuadro no ibas a ninguna parte, que había que adquirir otra bicicleta, de un nivel más alto, lo suficiente para compensar el mismo en el que tú te situabas. Volviste a patear tiendas, te volviste a informar, compraste revistas especializadas, te dejaste asesorar nuevamente por propios y extraños, pero tú ya le tenías echado, desde un principio, el ojo a un preciosidad de bicicleta, estaba fuera de tu presupuesto, a nadie le gustaba tanto como a ti. Era lo más parecido a sentirse enamorado. ¡Qué sensación más rara! ¡Trastornado por una máquina!
Habías evolucionado del hobby al vicio, y lo tuyo debía de ser de vicioso, porque comenzaste a salir con más frecuencia que tus habituales amigos, querías más, y sobre todo querías pedalear por sitios distintos, por lugares desconocidos. Sabías donde buscar, pues los grandes grupos de ciclismo no eran desconocidos para ti, sabías de su existencia y sabías que se comunicaban en foros por Internet. De eso tenías en casa e incluso en el trabajo, así que de vez en cuando, tímidamente te dejaste caer por diversas páginas, siempre como mirón, como voyer virtual, observador no protagonista, te diste cuenta de que hay mucha gente que sabe de esto, gente de edades inciertas, gente que se presenta a carreras o cicloturistas. Un día conociste a uno de ellos, te llevó muy lejos y conociste a otros bikers. Eran totalmente distintos a los que habías conocido hasta ahora, más expertos en todo, en cómo se movían, en su lenguaje, en sus conocimientos, en sus monturas, en sus ropas, en todo parecían sacados de una revista. Te sentiste a gusto con estos nuevos amigos. En el momento te comunicabas con ellos no por teléfono, o por correo electrónico, ahora lo hacías por un foro virtual ¡Qué bueno! Sin necesidad de coger la bici podías estas conectado al mundo de las btts todo el día si querías.
Se comenzaron a desvelar los secretos de este deporte, ya eras capaz de distinguir componentes, calidades de una u otra marca, comprendías la funcionalidad de cada una de las piezas de la bici, eras incluso capaz de hacer pequeños apaños y reparaciones mecánicas, sobre todo cuando había una avería. A veces hasta te permitías el lujo de hasta dar consejos. ¡Anda la ostia! Nada más y nada menos que tú dando consejos y lo curioso es que la gente los aceptaba. A tu bici le habías cambiado, siempre para mejorar, prácticamente todo los componentes, de la original sólo quedaba el cuadro y hasta eso valorabas como posible cambiar. Habías asistido a muchas cicloturistas y a otras tantas carreras, en cada una de ellas te exigías un poco más.
Tu novia, tu madre, tu mujer o tus antiguos amigos, se habían hecho a la idea de que contar contigo para dar una vuelta por la mañana o incluso por la noche, significaba motivo de conflicto, siempre tenías una ruta en vista, y si por un casual ganaba tu novia, tu mujer o tu madre, pasabas el día o incluso la semana hecho un basilisco, a pique de comerte a cualquiera que se te cruzara por delante. Ellas, a estas alturas habían comprendido que luchar contra la bicicleta era tarea no sólo complicada, imposible. Había que negociar cuotas de esparcimiento para ambos, sin embargo, tu cada vez pedías más y más. No habías olvidado a todos tus amigos, porque tú no eres así, pero sin duda los tenías arrinconados, ahora tus compañeros necesariamente, para serlo, debían montar en bici y mantener o superar tu ritmo, mejor esto último, pues eso suponía un acicate para mejorar.
A estas alturas te habías convertido, sin serlo, en todo un perito de la montaña, no había reto que se te resistiera, no había condición climática que te frenara. La bicicleta se estaba convirtiendo en más que un vicio, estabas en ese punto de inflexión donde el vicio evoluciona a obsesión.
Volviendo a nuestro RAE, obsesión es una idea que con tenaz persistencia asalta la mente. Hasta ahí todo va bien y cierto que te encontrabas en esa fase. Lo controlabas todo, leías todo lo que podías sobre el tema, dabas consejos por aquí y por allí, a quien te los pedía, y a quien no, también. Sabías todo de todos y no se te escapaba nada de nadie ni de lo que se hablaba en las rutas o en el foro que consultabas a todas horas.
Pero obsesión según la RAE tiene un segundo significado, cual es el de perturbación anímica producida por una idea fija. Aquel fue el momento en el que todo comenzó a complicarse. Realmente te preguntabas si tu ánimo se veía alterado cuando no cogías la bicicleta, y tardaste tiempo en reconocer que fue así, pero el problema iba mucho más allá, pues tu carácter comenzó a avinagrarse por temas tan simples como no poder chatear o no poder coger la bicicleta por que la horquilla estaba en reparación. El trabajo, o los desvelos de tus padres, eran los que hasta ahora te había permitido los caprichos en este deporte, sin embargo ahora, los mismos, se podían convertir en el problema, porque te impedían practicarlo todo lo que te hubiera gustado. Por estar, sólo estabas centrado cuando estabas encima de la bici, o hablando sobre ella, el resto de la vida, giraba a su alrededor, sin darte cuenta estabas perdiendo el rumbo, cada vez ibas mas allá, pero en realidad no sabías a donde querías llegar.
Comenzaste a tener problemas en el trabajo ¿O fue en tus relaciones con los amigos? No me acuerdo, pues no se qué edad tenías. Lo que sí recuerdo es que la gente huía de tu conversación, siempre te las arreglabas para que de un modo u otro se hablara de la bicicleta y todo el mundo estaba harto de escucharte. Un día un compañero llegó a equipararte con un vigorexico, ya sabéis lo contrario a la anorexia, igual que aquellos se meten cada vez más y más ciclos hormonales, hinchando sus músculos de forma irreal, y que nunca acaban de verse lo suficientemente cachas, así estabas tú que, más de una vez te habías interesado hasta por drogas o medicamentos que hicieran incrementar tu rendimiento muscular. Cada vez bajabas mejor y también más rápido, cada vez subías mejor porque entrenabas más tiempo, y tu bici pesaba exactamente lo mismo que la de un profesional, estabas hecho todo un campeón, y cuando asistías a las carreras estudiabas con lupa los tiempos y la grafica que te había suministrado tu potente pulsómetro y tu sofisticado GPS.
Un día cualquiera, de los que tanto te exigías, pues estabas preparando una carrera, en la que te hubiera gustado contar con un puesto privilegiado. En una complicada bajada te lanzaste irracionalmente rápido, al instante te distanciaste una barbaridad de nosotros. No sé como ocurrió, algún día nos lo tendrás que contar, lo cierto es que perdiste el control de la bici, saliste volando por encima de ella, tal cual, una pelota de pin pon, así te vimos rodar ladera abajo. Para cuando te paraste, pensamos que te habías matado. A simple vista se podía asegurar que te habías lastimado, lo que había que averiguar es cuanto. Habías perdido el conocimiento y el casco se había roto como una sandía, de la nariz te salía un hilillo de sangre. Despavoridos bajamos de nuestras bicicletas, te echamos unas gotas de agua por la cara y al instante recobraste la razón, aunque semiinconsciente, intentaste levantarte. Ya habías perdido la cuenta de cuantos leñazos habían sufrido tus huesos. Este no era más que uno de tantos en los que te habías paseado por el filo de la navaja. Sabías que ahora vendrían unos meses complicados, y no por las lesiones, que no hubo ninguna, si no porque tendrías que volver a encontrar la posición en la bici. Tendrías que luchar contra tus propios miedos, tus propias neurosis. No recuerdo que edad tenías, aunque si te puedo garantizar que a mas años más trabajo te costó recuperar más que la postura en la bicicleta.
Habías llegado al “culmen”, el momento en el que la bicicleta se convierte en una forma de vida, habías dejado de ser socialista, comunista, liberal, progresista, eras un sencillo biciclista. Pero lo más curioso es que habías llegado a cierta armonía, ya no estabas obsesionado con tu máquina, ni tampoco con tu rendimiento. Habías comprendido que la maquina eres tú, que el verdadero motor lo son tus piernas, tu corazón y sobre todo tu mente. Que la bicicleta te había concedido la libertad que todo ser humano ansía lograr, eras todo un privilegiado en plena armonía con la naturaleza y con tus congéneres, eras feliz, e incluso lo eras, hasta cuando tenías que sufrir encima de tu bicicleta.
Escudriñando los entresijos de la red, he encontrado este artículo que espero os guste. Solo una pequeña apreciación o casi mejor un ruego, si alguna vez llego a la obsesión, por favor devolverme a la cordura.
Una vez un amigo que montaba en bici ocasionalmente, me contó como una compañera de trabajo estaba profundamente obsesionada con el tema de la bicicleta. A él no sólo le resultó llamativo que la susodicha fuera del género femenino, además, que pasara de los cincuenta, lo hacía obviamente especial. Al decir de mi amigo, la señora era perseverante por no decir pesada. Toda su conversación, quisieran o no sus interlocutores, debía pasar de uno u otro modo por el tema de las bicicletas; que si he estado en tal sitio, que me estoy preparando para esta carrera, que me he comprado esta pieza y me ha costado tantos euros. Total que mi amigo, nada más verla, decía huir de la aficionada, que califica de ida. ¡Vamos! Que estaba perdiendo la chaveta.
Siguiendo con mi compañero, cuando me contó lo relatado, dijo algo así como que yo, a pesar de saber que estaba muy picado con la bicicleta, se podía hablar conmigo durante todo el tiempo del mundo, sin que tuviera porque surgir el tema. En consecuencia me quedé satisfecho de permanecer al margen de los calificativos, y de que lo mío, a ojos de terceros fuera calificado de afición y no de obsesión.
Sin embargo, de aquella conversación, hace más de un año, y por tanto han transcurrido mas de doce meses para evolucionar en todos los aspectos relativos al velocípedo. Ayer, entré en el foro, al lado estaba mi hija, algo que no debía de tener mayor trascendencia que precisamente esa, o sea ninguna; aún así, ella me espetó sin reparo: ¡Papaaaaa estás enviciado con el foro! ¡Luego te quejas de mi!. Que podía contestarle salvo indicarle que llevaba razón. Me quedé un tanto transpuesto, de hecho me puse a recapacitar y de ahí que me viniera al recuerdo la conversación con mi amigo que contaba al principio.
No es un tema novedoso, el mismo ya se tocó en su fecha, como no, en el foro general. Aquella vez se habló de tres categorías por las cuales podía pasar el aficionado al mtb (hobby, vicio y obsesión) la primera la componían aquellos para los que la bicicleta no representaba mas que un hobby, entre los muchos otros que una persona pueda tener. Según la RAE (Real Academia de la Lengua) Hobby es sinónimo de pasatiempo, o lo que es lo mismo, entretenimiento que se practica habitualmente en los ratos de ocio. La mayoría, comenzamos de este modo a aventurarnos en este mundo. Eran los tiempos en que nos habíamos comprado una bicicleta en el PRYCA o el CARREFOUR de ahora, tal vez en una tienda un tanto más especializada, porque echábamos de menos la infancia, cuando pedalear era el mejor de los medios para desplazarte por la ciudad, un medio excelente para sentirse libre y poderoso al mismo tiempo. Veías por entonces, con devota admiración, las evoluciones de nuestros ciclistas en el Tour o en la Vuelta, pero sentado en el sofá. Tantos kilómetros te parecían un disparate, sólo dignos de titanes como los que evolucionaban ante la pantalla. Por aquel entonces no sabías que la cadena había que engrasarla, que había que regular la postura del sillín, y mucho menos, que había que ser autosuficiente ante una posible avería, ¿Qué avería, si esta pedazo de Globel Trotter, Topbike o Boomerang va como una seda y eso a pesar de sus 16 kilos de nada? Es que ¡mira, mira!, le decías admirado a la gente, ¡tiene piezas de aluminio!.
Un día, no sabes realmente como sucedió, dejaste el abrigo de las calles conocidas, de los senderos de caminantes, de la playa y ahí fuiste a adentrarte en lo desconocido, te metiste en la nacional y después en un enjambre de caminos rurales y cañadas. ¿Cómo se orienta aquí la gente? ¡Qué bonito y que distinto! No recuerdas si fuiste sólo, o si ibas acompañado de tu experto vecino, que para más señas, por llevar, llevaba hasta ropa de ciclista. Lo cierto como por arte de magia te viste dándole a los pedales en plena naturaleza y eso te llenó de satisfacción.
El gusanillo se había instalado en tu cuerpo, así que la siguiente vez que tu vecino te dijo de acompañarle no lo dudaste. Esta vez ibas más relajado, te habías agenciado en el PRYCA o tal vez en el HIPERCOR de Jerez, unos guantes, el casco, ya lo tenías de antes, una cámara, una caja de parches y una bolsa para meterlo todo. No recordabas muy bien si serías capaz de reparar un pinchazo, como lo habías hecho en tu infancia, pero a fin de cuentas, el pinchar te parecía algo casi imposible con semejantes ruedas. El vecino, por mucha ropa que llevara puesta, tampoco tenía mucha idea, y esta vez, un poco envalentonado por sentirse algo de maestro, se había atrevido con las primeras cuestas. Aquella pendiente no tendría más de 100 metros, pero cuando la coronaste sentiste lo mismo que Indurain rematando el Tourmalet. ¡Ahora lo entiendo! Ahora comprendo porque este deporte es tan especial. Henchido de autoestima, continuaste tras el vecino, que le caían goterones por todos lados intentando que no le fueras a dar una humillante pasada. Pero tú no estabas para esas cosas. Vino una segunda cuesta, está más larga que la anterior, y recordaste que tu bicicleta tenía una cosa que eran marchas, ahora comprendías el significado. Ves, si bajo plato y subo piñones, voy más despacio, pero, al menos, puedo seguir pedaleando. La bici hizo unos ruidos muy raros pero al final se posicionó en otro desarrollo ¡Qué maravilla esto del plato chico! Gracias a Dios existe, si no, no sé como llegaría arriba, a no ser que fuera andando.
Allí, dijo el vecino, señalando un punto incierto entre el cielo y el recorte de las montañas, allí está Medina. ¡Hay gente que llega y regresa como si nada! Lo dijo así, con admiración y tú mientras tanto, todavía no habías cerrado la boca, así de embobado era como estabas. ¡Dioooooos, hasta Medina!
Esta vez llegaste un poco más cansado a casa de lo habitual, además habían pasado por lo menos dos horas. Todo el mundo te había echado en falta y no es para menos, para hacer deporte no hay que ausentarse tanto tiempo ¿No?
Así continuaron los meses, una vez cogías la bici, otra echabas un partido de fútbol sala con los colegas del curro, otra uno de padel con tu compadre de toda la vida, tal vez algo de tenis. En verano, por supuesto, te pegabas tus buenos largos donde nadie se atrevía a nadar, también algo de correr, te estabas planteando hasta apuntarte en el Gimnasio y por supuesto habías dejado de fumar; por controlar, hasta habías reducido el consumo de las cervecitas que tanto se te apetecían a cualquier hora. Total que con tanto deporte, te sentías un multi-atleta de lo más completo, triatletas, habías escuchado que se llamaba en un reportaje de la televisión.
El PRYCA se te había quedado pequeño, descubriste que había tiendas de bicicletas y grandes superficies de deporte. Tímidamente te fuiste acercando a unas y a otras, aunque en las últimas te sentías más a gusto, pues allí nadie ponía en duda tu ignorancia y así podías curiosear esas zapatillas especiales y esos pedales tan raros a los que se enganchaban las primeras. Mirabas los cullotes y los maillots, te gustaban, pero sobre todo te sorprendías de lo caro que era. En un esfuerzo, como si fueras a tirar la casa por la ventana, echaste en el carro un sencillo cullote de color negro que llevaba un refuerzo en la entrepierna. Con esto seguro que no me duele el culo después de hacerme mis habituales 25 kms, razonaste en buena lógica. También le habías echado el ojo a una bicicleta, te parecía una preciosidad, te gustaba todo de ella, salvo el precio, casi 350,00 euros, al lado había otra que no acababas de entender en que se diferenciaba, pero algo debía de ser pues esta costaba 999,00 €. ¡Qué disparate! ¿Quién debe comprase estas bicis? Seguro que alguien a quien le sobra el dinero, pensaste. Ya mas resuelto y confiado empezaste a curiosear por tiendas de bicis, pediste consejo a propios y a extraños, lo tenías decidido, con la Goblel Trotel no te podías presentar más que en la ruta del día de la bicicleta, así que inteligentemente fuiste convenciendo a tu novia, a tu madre o a tu esposa, no recuerdo en que periodo de la vida estabas, a lo mejor no tenías que dar explicaciones a nadie, sólo a tu bolsillo. De cualquier modo estabas buscando complicidad en el gasto. ¡Ea! que no estabas tirando el dinero. Al final se llevó el gato al agua un tendero con labia que te vendió una bicicleta rígida, discretita, pero que a ti te parecía la última tecnología en todo. Ahora se va a enterar el vecino, que efectivamente fue el primero en alucinar. ¡Qué bonita! Y por 450 leuros ¡Si señor! Buena inversión. Todavía no estabas para mayores derroches así que al cullote, añadiste un casco de oferta también de gran superficie, pero, de una marca que ya comenzaba a sonarte.
Con bici nueva había que amortizar la inversión, así que te comprometiste a cogerla todos los fines de semana. Aunque tu novia, tu mujer o tu madre, ya se estaban arrepintiendo de ceder en la compra, pues te estabas ausentado demasiadas horas de tus habituales compromisos.
Uno de aquellos días, te levantaste pletórico de moral y fuerzas y te dijiste, voy a intentar llegar a Medina. Cansinamente fuiste subiendo una tras otras las cuestas que se te presentaban, eso sí, desde un primer momento habías metido el mínimo desarrollo que te permitía la bici, el molinillo, aprendiste a llamarlo después. ¡Joder que lejos está Medina! Varios ciclistas te adelantaron a un ritmo que calificaste de profesional y te cruzaste con otros, pero tu sin alterarte a lo tuyo, pierna sobre pierna, una pedalada tras otra avanzando a paso de hormiga. Hacía un calor de miedo, y el cabrero con el que te cruzaste te miró confuso ¿Quedará mucho? Te preguntabas una y otra vez. Así hasta que el camino se acabó y al frente se presentó Medina Sidonia, que se exhibía esplendorosa perfeccionando una enorme mole de tierra. Habías estado en Medina, ¡qué sé yo! Tal vez un centenar de veces, pero nunca la habías contemplado de este modo. No habías llegado al pueblo, pero técnicamente se podía decir que habías llegado a Medina, por hoy ya es bastante, que estoy hecho polvo y son las tantas y todavía tengo que hacer el camino de vuelta ¡Uff! ¿Cuántos kms me habrán salido? Tengo que comprarme un cuenta kms de esos, al menos habré hecho unos 50, tal vez más. ¡Guau! Cuando lo cuente no me va a creer.
Al llegar a casa la expresión ¡me duelen hasta las cejas! Adquirió su total significado. ¡Qué cansado estoy! Y la vez, ¡Qué bien me siento!
La semana siguiente no saliste con tu vecino, lo habías dejado atrás; esta vez lo ibas a hacer con uno de sus amigos, el mismo del que siempre estaba hablando como ejemplo de deportista doctorado y derroche de sabiduría ciclil. Cuando apareció te quedaste estupefacto, perfecta indumentaria, maillot y cullote de un conocido equipo ciclista, zapatillas de las buenas, por su puesto pedales automáticos, casco vistoso, gafas a juego, y todo bajo una figura bien puesta en la bici, piernas fibrosas bien torneadas y depiladas ¡Joe la que me va a caer! El amigo del vecino resultó ser un buen tío, te animaba cuando había que animarte, te esperaba pacientemente en lo alto de cada cuesta, te dio buenos consejos y te presentó a otros amigos. ¿Qué no llevas tronchacadenas? No, le contestaste ¿Eso qué es lo que es? ¿Y qué haces cuando se te rompe la cadena? No sé, nunca se me ha roto.
Se formó un pequeño grupo con el que sistemáticamente salías todos los fines de semana, la cañadas dejaron de ser un laberinto de caminos y comenzaste a orientarte por ellas. Andabas cada vez mejor, a veces coronabas el grupo en las cuestas y lo que antes te parecía impensable, ahora era rutinario, te llenabas de orgullo y satisfacción.
A estas alturas habías sufrido averías tanto tu como tus compañeros, y comprendiste que esas cosas pasan, que había que ir precavido para esas ocasiones. Medina ya no era el fin del mundo, simplemente un objetivo, aunque fuera el último, habías subido hasta todo lo alto por diversos lugares. Lo comentabas con orgullo siempre que podías. Eras el único que no llevaba pedales automáticos y un día, viendo las maravillas que decían tus amigos respecto del ingenio, te compraste unos. Te parecieron bestialmente caros, pero ya te habías hecho a la idea que en este deporte había que gastarse dinero en vestir a la bici y en vestirse a uno mismo.
El hobby, como tal, había quedado muy atrás, se podría decir que te encontrabas viciado o en proceso de estarlo. Estabas en el segundo nivel. Vicio, según la RAE tiene muchas acepciones, pero la que nos interesa es esta: Gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso.
Ya no te interesaba otro deporte que no estuviera relacionado con la bicicleta y sobre todo, con la bicicleta de montaña, a lo sumo practicabas algo de footing, pero siempre que podías lo cambiabas por una vuelta en bici. Habías visitado todas o casi todas las tiendas de ciclismo de la comarca, y en todas te habías agenciado alguna chuchería. Tu bici, decías, se había quedado atrás, le saltaban los piñones, o el cambio no iba fino, en definitiva, en vez de cambiar la transmisión de la bici, decidiste que era el momento de dar el gran salto, había que dar un cambio radical, ahora le planteaste seriamente a tu novia, a tu madre, a tu mujer o simplemente te convenciste a ti mismo, de que con aquel cuadro no ibas a ninguna parte, que había que adquirir otra bicicleta, de un nivel más alto, lo suficiente para compensar el mismo en el que tú te situabas. Volviste a patear tiendas, te volviste a informar, compraste revistas especializadas, te dejaste asesorar nuevamente por propios y extraños, pero tú ya le tenías echado, desde un principio, el ojo a un preciosidad de bicicleta, estaba fuera de tu presupuesto, a nadie le gustaba tanto como a ti. Era lo más parecido a sentirse enamorado. ¡Qué sensación más rara! ¡Trastornado por una máquina!
Habías evolucionado del hobby al vicio, y lo tuyo debía de ser de vicioso, porque comenzaste a salir con más frecuencia que tus habituales amigos, querías más, y sobre todo querías pedalear por sitios distintos, por lugares desconocidos. Sabías donde buscar, pues los grandes grupos de ciclismo no eran desconocidos para ti, sabías de su existencia y sabías que se comunicaban en foros por Internet. De eso tenías en casa e incluso en el trabajo, así que de vez en cuando, tímidamente te dejaste caer por diversas páginas, siempre como mirón, como voyer virtual, observador no protagonista, te diste cuenta de que hay mucha gente que sabe de esto, gente de edades inciertas, gente que se presenta a carreras o cicloturistas. Un día conociste a uno de ellos, te llevó muy lejos y conociste a otros bikers. Eran totalmente distintos a los que habías conocido hasta ahora, más expertos en todo, en cómo se movían, en su lenguaje, en sus conocimientos, en sus monturas, en sus ropas, en todo parecían sacados de una revista. Te sentiste a gusto con estos nuevos amigos. En el momento te comunicabas con ellos no por teléfono, o por correo electrónico, ahora lo hacías por un foro virtual ¡Qué bueno! Sin necesidad de coger la bici podías estas conectado al mundo de las btts todo el día si querías.
Se comenzaron a desvelar los secretos de este deporte, ya eras capaz de distinguir componentes, calidades de una u otra marca, comprendías la funcionalidad de cada una de las piezas de la bici, eras incluso capaz de hacer pequeños apaños y reparaciones mecánicas, sobre todo cuando había una avería. A veces hasta te permitías el lujo de hasta dar consejos. ¡Anda la ostia! Nada más y nada menos que tú dando consejos y lo curioso es que la gente los aceptaba. A tu bici le habías cambiado, siempre para mejorar, prácticamente todo los componentes, de la original sólo quedaba el cuadro y hasta eso valorabas como posible cambiar. Habías asistido a muchas cicloturistas y a otras tantas carreras, en cada una de ellas te exigías un poco más.
Tu novia, tu madre, tu mujer o tus antiguos amigos, se habían hecho a la idea de que contar contigo para dar una vuelta por la mañana o incluso por la noche, significaba motivo de conflicto, siempre tenías una ruta en vista, y si por un casual ganaba tu novia, tu mujer o tu madre, pasabas el día o incluso la semana hecho un basilisco, a pique de comerte a cualquiera que se te cruzara por delante. Ellas, a estas alturas habían comprendido que luchar contra la bicicleta era tarea no sólo complicada, imposible. Había que negociar cuotas de esparcimiento para ambos, sin embargo, tu cada vez pedías más y más. No habías olvidado a todos tus amigos, porque tú no eres así, pero sin duda los tenías arrinconados, ahora tus compañeros necesariamente, para serlo, debían montar en bici y mantener o superar tu ritmo, mejor esto último, pues eso suponía un acicate para mejorar.
A estas alturas te habías convertido, sin serlo, en todo un perito de la montaña, no había reto que se te resistiera, no había condición climática que te frenara. La bicicleta se estaba convirtiendo en más que un vicio, estabas en ese punto de inflexión donde el vicio evoluciona a obsesión.
Volviendo a nuestro RAE, obsesión es una idea que con tenaz persistencia asalta la mente. Hasta ahí todo va bien y cierto que te encontrabas en esa fase. Lo controlabas todo, leías todo lo que podías sobre el tema, dabas consejos por aquí y por allí, a quien te los pedía, y a quien no, también. Sabías todo de todos y no se te escapaba nada de nadie ni de lo que se hablaba en las rutas o en el foro que consultabas a todas horas.
Pero obsesión según la RAE tiene un segundo significado, cual es el de perturbación anímica producida por una idea fija. Aquel fue el momento en el que todo comenzó a complicarse. Realmente te preguntabas si tu ánimo se veía alterado cuando no cogías la bicicleta, y tardaste tiempo en reconocer que fue así, pero el problema iba mucho más allá, pues tu carácter comenzó a avinagrarse por temas tan simples como no poder chatear o no poder coger la bicicleta por que la horquilla estaba en reparación. El trabajo, o los desvelos de tus padres, eran los que hasta ahora te había permitido los caprichos en este deporte, sin embargo ahora, los mismos, se podían convertir en el problema, porque te impedían practicarlo todo lo que te hubiera gustado. Por estar, sólo estabas centrado cuando estabas encima de la bici, o hablando sobre ella, el resto de la vida, giraba a su alrededor, sin darte cuenta estabas perdiendo el rumbo, cada vez ibas mas allá, pero en realidad no sabías a donde querías llegar.
Comenzaste a tener problemas en el trabajo ¿O fue en tus relaciones con los amigos? No me acuerdo, pues no se qué edad tenías. Lo que sí recuerdo es que la gente huía de tu conversación, siempre te las arreglabas para que de un modo u otro se hablara de la bicicleta y todo el mundo estaba harto de escucharte. Un día un compañero llegó a equipararte con un vigorexico, ya sabéis lo contrario a la anorexia, igual que aquellos se meten cada vez más y más ciclos hormonales, hinchando sus músculos de forma irreal, y que nunca acaban de verse lo suficientemente cachas, así estabas tú que, más de una vez te habías interesado hasta por drogas o medicamentos que hicieran incrementar tu rendimiento muscular. Cada vez bajabas mejor y también más rápido, cada vez subías mejor porque entrenabas más tiempo, y tu bici pesaba exactamente lo mismo que la de un profesional, estabas hecho todo un campeón, y cuando asistías a las carreras estudiabas con lupa los tiempos y la grafica que te había suministrado tu potente pulsómetro y tu sofisticado GPS.
Un día cualquiera, de los que tanto te exigías, pues estabas preparando una carrera, en la que te hubiera gustado contar con un puesto privilegiado. En una complicada bajada te lanzaste irracionalmente rápido, al instante te distanciaste una barbaridad de nosotros. No sé como ocurrió, algún día nos lo tendrás que contar, lo cierto es que perdiste el control de la bici, saliste volando por encima de ella, tal cual, una pelota de pin pon, así te vimos rodar ladera abajo. Para cuando te paraste, pensamos que te habías matado. A simple vista se podía asegurar que te habías lastimado, lo que había que averiguar es cuanto. Habías perdido el conocimiento y el casco se había roto como una sandía, de la nariz te salía un hilillo de sangre. Despavoridos bajamos de nuestras bicicletas, te echamos unas gotas de agua por la cara y al instante recobraste la razón, aunque semiinconsciente, intentaste levantarte. Ya habías perdido la cuenta de cuantos leñazos habían sufrido tus huesos. Este no era más que uno de tantos en los que te habías paseado por el filo de la navaja. Sabías que ahora vendrían unos meses complicados, y no por las lesiones, que no hubo ninguna, si no porque tendrías que volver a encontrar la posición en la bici. Tendrías que luchar contra tus propios miedos, tus propias neurosis. No recuerdo que edad tenías, aunque si te puedo garantizar que a mas años más trabajo te costó recuperar más que la postura en la bicicleta.
Habías llegado al “culmen”, el momento en el que la bicicleta se convierte en una forma de vida, habías dejado de ser socialista, comunista, liberal, progresista, eras un sencillo biciclista. Pero lo más curioso es que habías llegado a cierta armonía, ya no estabas obsesionado con tu máquina, ni tampoco con tu rendimiento. Habías comprendido que la maquina eres tú, que el verdadero motor lo son tus piernas, tu corazón y sobre todo tu mente. Que la bicicleta te había concedido la libertad que todo ser humano ansía lograr, eras todo un privilegiado en plena armonía con la naturaleza y con tus congéneres, eras feliz, e incluso lo eras, hasta cuando tenías que sufrir encima de tu bicicleta.
elinfantepisahormigas- ENFERMO DEL BTT LEVE
- Mensajes : 614
Fecha de inscripción : 06/09/2010
Edad : 60
Localización : Badajoz
Re: ETAPAS PERSONALES DE UN BIKER
Pedazo de documento, espero terminar de leerlo
ZAPEDRIN- SEÑOR DEL CARBONO
- Mensajes : 342
Fecha de inscripción : 23/08/2010
Edad : 51
Localización : 29S X677379 Y4305219
Re: ETAPAS PERSONALES DE UN BIKER
la verdad que tienes mucha razon, la obsesionnnnnn hay que controlarla y yo no soy capaz, mi objetivo para este año fue dejar el tabaco asi que todo es posible con control, un saludo.
Invitado- Invitado
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